Ecuador, Yasuní-ITT: camino medio entre la utopía y una flor en el asfalto

Pablo Hermida S.

Sin lugar a dudas nuestra sociedad es adicta al petróleo. Basta con regresar a ver que todo servicio, empaques de alimentos, producto de supermercado, actividad de ocio, ropa, transporte, etc., estuvo involucrado directa o indirectamente con el petróleo. El problema no es que se lo use, el problema está en que detrás de esta materia prima se ha tejido una compleja dependencia tanto de países industrializados como de países que tan sólo proveen este bien. Entonces, ¿cómo plantearse alternativas frente a esta dependencia que teje redes mundiales de poder económico y político, siendo que este recurso se muestra cada vez más limitado y a la par contribuyente al cambio climático?

La posible alternativa pudiera concentrarse en un nombre, Yasuní-ITT. Un gran área natural que contiene algunas zonas geográficas, entre ellas las que resumen las siglas ITT, en las que se han yuxtapuesto declaraciones en formas de manejo y protección de tierra como: Parque Nacional Yasuní; Zona Intangible; y Reserva Mundial de la Biodiversidad-UNESCO. Estas cualidades se deben a que es uno de los lugares considerados de mayor megadiversidad del planeta, teniendo gran cantidad de especies de plantas y animales endémicos y sobre todo en el que habitan tribus en aislamiento voluntario o no contactadas con el mundo occidental.

Lo anterior, en las mentes románticas, nos hace pensar que se trata de todo un paraíso de diversidad. No obstante, como todo paraíso, ha tenido su lado sensible que ha sido tocado en sus orillas ante la ambición del caucho, las reducciones religiosas, la tala de madera, entre otros. Aunque los casos mencionados han sido problemas que la amazonía en general ha enfrentado, esta zona se ha mantenido intocada o prístina en su centro.

Hace algunos años y por paradójica desgracia se descubrió que esta área también concentra una riqueza que se encuentra aguardando bajo los pies -el petróleo-. Decimos aguardando bajo los pies porque el Ecuador es un país que no ha subsanado sus brechas económicas para establecer una igualdad de condiciones de vida. Por esta razón, ha dependido y aun depende principalmente de la explotación de esta materia prima que le permite obtener réditos económicos para solucionar sus problemas sociales inmediatos y viabilizar sus proyectos nacionales. En muchas ocasiones el actual presidente ecuatoriano ha manifestado que “somos como un  mendigo que está sentado sobre una bolsa de oro”, para referirse al contexto nacional socioeconómico respecto al tema del petróleo y la probable minería a gran escala.

El lastre del petróleo.

La producción petrolera en el Ecuador no tiene más de 50 años de historia, tiempo en que su impacto en la economía del país ha sido decisiva, sin obviar la larga y estrecha dependencia que se ha generado en torno a éste. Por otra parte, recién en la actualidad se puede tomar verdadera consciencia de los costes ambientales y sociales que ha tenido esta empresa para el país. Para muestra de ello tenemos que en la  amazonía norte del Ecuador etnias y pobladores locales han llevado a cabo un importante juicio planteado en 1993 en contra de la empresa petrolera Texaco (hoy perteneciente a Chevron), demandándola por los graves daños ambientales causados desde su operación en el año 1964 hasta 1990. A este juicio se lo conoce como el “Juicio del Siglo” o “el Juicio de la Historia”, puesto que sienta un precedente inédito en el tema de la explotación petrolera, el hábitat natural, sus pobladores, y la responsabilidad directa de esta empresa transnacional.

Los daños ambientales causados han sido pruebas tan irrefutables como para poder ganar el juicio a la poderosa empresa Chevron-Texaco a nivel local en Febrero 2011. Las pruebas de deterioro del hábitat y calidad de vida son: el agua contaminada, ruido, polución, cáncer y otros problemas de salud en los pobladores, a más de los rápidos procesos de aculturación, construcción de carreteras, presión por migración de colonos, etc., lo que ha llevado tanto a daños ambientales como a presiones sociocultural al extremo de la desaparición de una etnia conocida como los Tetetes.

Solamente con el tiempo ha sido posible dar a conocer estos daños causados que son irreversibles, siendo pruebas contundentes de que esta actividad tiene de desarrollo sustentable el empobrecimiento social y ecológico no sólo en el tiempo de explotación limitado al recurso. Además, tras esta actividad se ha permeado el oportunismo y asedio de los grandes intereses corporativistas, los que han sacado el mejor provecho frente a un aparente bienestar social mal distribuido. También se ha apuntalado una dependencia económica basada en la explotación y venta de materias primas no renovables sin dar un valor agregado, lo cual no ha diversificado los ingresos del país a costa de un empobrecimiento ambiental y en la calidad de vida.

Con este trasfondo, el tema de la explotación petrolera siempre ha tejido diversas interpretaciones, posturas ideológicas y movilizaciones sociales.  El caso del Yasuní –ITT no se ha quedado atrás, más bien se ha nutrido de un proceso histórico de reflexión y cuestionamiento frente a la tradicional economía extractivista basada en este “mal necesario” del petróleo.

Una alternativa posible

Las alternativas en contra de la explotación petrolera para esta área del ITT se han ido puliendo. Como idea raíz tenemos el planteamiento de la moratoria de explotación de nuevos campos petroleros por un tiempo determinado. En base a la anterior propuesta que nació de la sociedad civil, ONG´s ambientalistas teorizaron y plantearon la posibilidad de dejar el crudo bajo tierra, con el argumento de que los países desarrollados deben colaborar económicamente en coresponsabilidad a su histórica deuda ecológica, la que han tenido para con el planeta y asimismo con los países en “vías de desarrollo”. Sin embargo, este planteamiento no tenía ninguna posibilidad concreta para ser aceptada, ya que generaría dudas en cuanto al uso del dinero de la posible colaboración, o la probable explotación futura, o a un escenario de especulación en el precio del petróleo de querer replicarse estas intenciones en otros países. De manera que, el actual gobierno ecuatoriano consideró oportuna la intervención para crear una propuesta concreta que viabilizara estas alternativas. Así es que se planteó la opción de evitar la explotación del ITT en base al criterio del represamiento en el subsuelo no del petróleo, sino de ingentes cantidades de CO2, que, de darse la extracción de petróleo, serían virtualmente emitidas a la atmósfera. De manera que se impediría la generación de polución y con ello se enfrentaría el problema global del cambio climático. A cambio, el Ecuador recibiría compensaciones económicas internacionales de al menos la mitad de lo que representaría el explotar y extraer el petróleo de ésta área.

La propuesta finalmente parece haber madurado lo suficiente como para plantear un fideicomiso de la UNESCO, garantizando una futura buena utilización de los posibles fondos recibidos así como la no explotación indefinida. Frente a este escenario países como Alemania, Italia, España, Francia, Bélgica, entre otros, han ofrecido su intención de aportes económicos para esta iniciativa. No obstante, en todo este camino se han sucedido tropiezos, fechas límites, condicionamiento de fondos, cambios de equipos de negociación, y hasta intenciones de licitaciones paralelas a empresas petroleras en caso de que esta propuesta alternativa falle. Todo lo que indudablemente ha entorpecido el proceso.

En la actualidad el tema del Yasuní-ITT parece haberse posicionado en la opinión pública siendo un importante tema de debate nacional. Su trascendencia radica en que es una propuesta integral que protege la naturaleza; garantiza el derecho de los pueblos indígenas a la vida; permite caminar hacia una economía postpetrolera, además de ser una respuesta efectiva y concreta contra el cambio climático. Sus planteamientos le ha vuelto una piedra de toque entre diferentes tendencias políticas pese a que nuestra Constitución no enmienda el desarrollo o progreso como fin último, por el contrario plantea el alcance del “Sumak Kawsay” o el “Buen Vivir”: satisfacciones plenas y diversas que tienen que ver con un crecimiento personal y colectivo en armonía con la naturaleza (en nuestra Constitución la naturaleza también goza de derechos).

Detrás del Yasuní-ITT.

El área natural del Yasuní-ITT concentra simbólicamente un gran paradigma civilizatorio que podría resumir el momento histórico que vivimos, no sólo del Ecuador sino del planeta. El paradigma se centra en el horizonte civilizatorio del <progreso> y específicamente en la consideración de tipos de riquezas y usos; por un lado una gran riqueza natural y cultural que económicamente no aporta significativamente en lo inmediato, y por otra parte una riqueza en el subsuelo a la espera de salir a la superficie y dar una boyante regalía económica inmediata pero no indefinida.  Como vemos, son dos caminos muy distintos que obedecen subrepticiamente a lógicas económicas dispares. Sin embargo, lo interesante del planteamiento Yasuní- ITT, es haber tenido la habilidad de hacer una propuesta alternativa no necesariamente antagónica dentro del sistema económico mundial, puesto que si así lo fuera ésta opción estaría descartada de entrada.

Siguiendo lo anterior, vemos que sin duda se trata de una propuesta sui generis que plantea otra forma de ver los recursos. A la par también ha tenido la destreza de sostener sus argumentos como alternativa dentro de la racionalidad instrumental occidental, sin por ello caer o dar concesiones dentro del mercado de carbono, que equivale a ponerle precio a los beneficios de la naturaleza para justificar el seguir contaminando. Por lo tanto, es una propuesta oportuna para el momento de depredación ambiental irreversible que vivimos localmente pero que lo empezamos a afrontar globalmente.

La propuesta no sólo que se constituiría en un gran aporte para visionar de otra manera la naturaleza y echar abajo la manera antropocéntrica de comportarse con ésta, sino que permitiría dejar una puerta que abre hacia un entender, experimentar y sentir otros modelos vitales que respeten la natural coexistencia de la diversidad cultural y la diversidad biológica.

El Yasuní-ITT podría convertirse en un modelo comunicante que asienta un precedente de gigantes consecuencias para el planeta tierra, en el que se sueñen mundos otros posibles, en lugares distantes igualmente diversos e igualmente esperanzadores.


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