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Iniciar la mega minería para salir de ella: Koyaanisqatsi.

ÉrLaberintoase una vez una Banana Republic nacida de una historia colonial. Esta nación pasó de ser exportadora de cacao, arroz, bananas y camarón, a comercializar un líquido viscoso negro que se escondía bajo sus misteriosas selvas amazónicas; un elemento que revolucionaría la energética mundial: el petróleo; de su penumbra ultraterrena pasaría a ver la luz y flotar por nuestra atmósfera muy transida y muy moderna…

El gobierno ecuatoriano desde hace algunos años ha venido promocionando a la ciudadanía en la necesidad del cambio de la matriz productiva hacia las energías limpias. ¿Qué significa esto? En pocas significa el cambio del uso y, por qué no, del paradigma de la dependencia del recurso petróleo, principal motor de la economía del Ecuador, y también como fuente energética que mueve a todo el aparato industrial y de transportes.

¿Cuales son esas energías limpias? En la práctica esas energías han sido la construcción de grandes proyectos hidroeléctricos que generen y sobrepasen la demanda energética de este país con la conveniencia de la no dependencia del petróleo como insumo energético principal. No obstante, el problema se hace mayúsculo cuando el mismo gobierno ha iniciado por primera vez, en términos reales, la concesión de espacios para la minería a gran escala. Una actividad muy nueva de la que no se tienen registros previos en este pequeño país, y que el gobierno quiere justificar en base al aporte económico que supondría para superar las dependencias energéticas actuales: una paradoja insalvable.

En medio de este escenario convulso con grandes empresas internacionales ejerciendo presión, han habido sectores sociales en franca oposición como los grupos ecologistas, académicos ambientalistas pero también las poblaciones indígenas directamente afectadas. Por poner dos ejemplos, el intento de minería en Quimsacocha, un páramo con agua pura en la coordillera sur occidental de los Andes. Y el caso de la comuna indígena amazónica de Nankintz, en donde un grupo Shuar tuvo una dramática confrontación con el gobierno.

¿Qué hacer frente a la creciente demanda de bienes y energía de una población necesitada? Gran pregunta de todos los gobiernos, en los que actúan generalmente los técnicos y científicos, con intereses de por medio, para brindar escenarios y respuestas que en la práctica resultan como parches: cubre un orificio pero con el tiempo se abre otro.

Frente a esta gran pregunta no queda más que la simple respuesta que agruparse como sociedad civil, colectivos, pueblos, nacionalidades, población campesina; la voz de lxs subalternos y grupos vulnerables y menos favorecidos, para que ensanche la mirada y sea una respuesta plural y más acertada frente a una realidad compleja. Entre estos ejercicios están los colectivos de Ecuador que inciden también desde las redes sociales:

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Una respuesta plural va a cambiar sin duda el paradigma civilizatorio hegemónico. Es por esta razón que se vuelve tan difícil que existan varias voces ¿o es que quizás se vuelve problemático entenderlas?. Por fortuna, existen varias personalidades que dentro de la ciencia, el activismo y el arte caminan por sus fronteras transmitiendo otras formas de ver y sentir la naturaleza, fuente de todo cambio. Entre ellos tenemos a Juan Pablo Orrego, ecólogo, ecologista y músico chileno, que a más de informar acerca de los terribles efectos que ha tenido la historia de la mega minería en Chile, aboga por el paradigma de ver la ´naturaleza´ como nuestro ´cuerpo extendido´, fuente de respuestas integrales.

A continuación una entrevista realizada a Juan Pablo Orrego en Santiago de Chile, como insumo para el escenario de la minería a gran escala que se avecina en el Ecuador.

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Si bien todxs queremos un ambiente sano y equilibrado, gran parte de la población hace uso indiscriminado de los recursos del planeta, y generalmente son los sectores históricamente más favorecidos; razón sobrada para que existan relatos hegemónicos que convencen al población de una verdad, de una ilusión -el ´Maya´-, como lo llaman los iniciados y místicos a esa vida ilusoria, una realidad ficticia que se la transita como si dentro de un sueño se tratara, el cual sólo es posible distinguirlo cuando se vuelve despierto o cuando hay fina consciencia.

Entre los ensoñadores de realidad tenemos a la gente ´arraigada genuina´, como lo menciona Juan Pablo Orrego en el video. Pueblos y nacionalidades que heredaron sabidurías otras que dan luces de nuestro derrotero como raza humana. Por ejemplo, los indios Hopi de Norteamérica, un grupo que resistió lo que pudo al embate de la colonización Inglesa: algunas de sus creencias y cosmovisiones quedarían plasmados en historias escritas por quienes prestaron sus oídos.

Koyaanisqatsi, en idioma Hopi significa ´vida en desequilibrio´ o ´Una condición de vida que clama por otra manera de vivir´. Dentro de su cosmovisión hay varias profecías traspasadas de generación en generación. Mucha gente asegura que se han cumplido, pero hay una en especial, una última, la que parece estar en vías de cumplirse:

“Excavar riquezas de la tierra es cotejar al desastre.“ „Al acercarse al día de la purificación, se tejerán telas de araña de un extremo a otro del cielo“. „Podría ser que algún día sea arrojado del cielo un receptáculo de cenizas que queme la tierra y evapore los océanos”.

Es una profecía que sin duda nos puede dar una pauta del concreto ajuste humano para comprender el equilibrio. Iniciar la mega minería para salir de ella no es más que una superchería, una noción que se nos adhiere por haber hecho el mundo a nuestra medida, el reflejo de nuestro espejo -la antropomorfización de la naturaleza-. A cambio hemos perdido el recuerdo de nuestro lugar en el mundo, y con ello la noción de la era en la que nos ha tocado vivir. Recordar se vuelve urgente, pero con su raíz latina re-cordis, que quiere decir ´volver a pasar por el corazón´.

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