
Una encuesta de Fundación Chile reveló que en el año 2015 el 90% de los hogares chilenos botaba comida a diario. Las nuevas leyes y normativas apuntan a disminuir ese porcentaje.
El conocimiento del impacto económico, social y ambiental que ocasiona el desperdicio de alimentos es desconocido por la mayor parte de la población. Los recursos o fuentes de vida son limitados y sin embargo, las personas no valoran el ciclo de vida de los alimentos ni tampoco que el desperdicio a este ritmo no nos permite subsistir sosteniblemente en nuestro planeta. Es necesario el trabajo en conjunto de entes estatales, privados y organizaciones sociales para crear programas que fomenten la educación a la comunidad, entregando datos y consejos prácticos para evitar al máximo la pérdida de los alimentos tales como: suprimir las ofertas y promociones que impulsan a comprar más cantidad de la necesaria del tipo „Compre tres y pague dos“, entregar guías de compras adecuadas según la cantidad de miembros en la familia y actividades diarias para que no lleven a sus hogares más productos de los que se necesitan, entrega mensual digital de consejos y recetas para aprovechar sobras de alimentos entre otros. Además, es necesario que las nuevas normativas obliguen a los supermercados a poner etiquetados claros sobre la fecha de consumo preferente y la de caducidad y que permitan la venta a granel para determinados productos, y que los estándares de calidad ya no involucren la estética del alimento, favoreciendo así el consumo preferente según la estación correspondiente. La publicidad, los patrones culturales y la falta de planificación de acuerdo a las necesidades del tamaño de las familias llevan a los consumidores a tener en sus hogares más productos de lo que se necesita. En las sociedades modernas hay una pérdida de la tradición orientada al aprovechamiento de los alimentos y las “sobras”.
Existe el caso emblemático de Francia, que el año 2018 obligó a los supermercados a dar la comida a las personas en situación de calle y no vendérsela.
Otra gran fuente de desperdicio de alimentos son los hoteles, restaurantes y locales de comida rápida donde día a día se botan a la basura toneladas de alimentos aptos para el consumo humano (comidas excesivamente copiosas y raciones exageradas o muy grandes servidas en restaurantes).
Pero de a poco estamos avanzando y durante el año 2018 la Comisión de Salud del Senado dio respaldo al proyecto que busca modificar el código sanitario con el fin de evitar el desperdicio de alimentos en establecimientos comerciales: “La norma en primer trámite, propone que los establecimientos comerciales donde se vendan y consuman alimentos preparados, deberán ofrecer a sus clientes la posibilidad de llevar los alimentos no consumidos. Asimismo se prohíbe la destrucción de alimentos que, no obstante haber perdido su valor comercial debido a circunstancias como mal embalaje, envases dañados o defectuosos, mala rotulación o proximidad del vencimiento, se encuentran aptos para el consumo o el uso humano. Y en tercer lugar, la moción establece que los supermercados de más de 100 metros cuadrados, deben donar los alimentos mal rotulados, con defectos de empaque o por vencer a organizaciones de caridad o destinar su uso como alimentación animal o compost agrícola.
La Comisión acordó trabajar la redacción de las indicaciones junto a los expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), quienes son los que encabezan los estudios asociados a la eliminación de desechos alimenticios.”

Existen Organizaciones Sociales que han realizado un trabajo fundamental de visibilización del desperdicio y participaron de forma activa en la nueva ley, entre ellas Discosopa, quienes junto a Fucoa y el Ministerio de Agricultura aportan con una sección de consejos para evitar el desperdicio de alimentos en el diario “Nuestra Tierra”, y así generar conciencia en las personas acerca de esta problemática. Este diario es entregado gratuitamente en postas, Fonasa, agrupaciones de campesinos, Banco Estado y oficinas de Indap con cerca de 50.000 ejemplares y está dirigido a los campesinos y el mundo rural.

También Fundación Mingako se ha encargado durante tres años de recuperar alimentos de las ferias libres de San Bernardo, para cocinar cada sábado en las Jornadas de Voluntariado demostrando así que los alimentos están en perfectas condiciones de ser consumidos y de esa forma evitan sumarse a quienes desperdician valiosos recursos y fuentes de vida en nuestro país procurando apuntar a un mundo más sostenible.